“La primer gran batalla naval en la historia argentina”

La Batalla de Mbororé
La batalla de Mbororé ocurrió el 11 de marzo de 1641. Fue un choque bélico entre las misiones jesuÃticas guaranÃes y los bandeirantes portugueses, cuyo centro de acción estaba en San Pablo. Los contendientes eran habitantes de dos imperios ya olvidados. Por un lado, los guaranÃes, que vivÃan en las reducciones jesuitas de lo que hoy es la parte suroriental de la República del Paraguay y las provincias de Misiones y Corrientes (República Argentina).
Estas reducciones conformaban una verdadera nación autónoma con leyes, idioma y economÃa propios. Por otro lado, los otros protagonistas de la batalla de Mbororé fueron los bandeirantes, exploradores, aventureros, cazadores y traficantes de esclavos, que actuaban con base en San Pablo y eran una mezcla de portugueses, mercenarios holandeses (flamencos que ya guerreaban con los hispanos en sus propias tierras), mestizos (conocidos como mamelucos) e indios tupÃes. Estos estaban agrupados libremente en compañÃas o bandeiras. Tal como los bucaneros y los piratas del Caribe, incursionaban en las misiones de la CompañÃa de Jesús en busca de esclavos, pues los misioneros habÃan agrupado las tribus aborÃgenes y las formaban en toda suerte de oficios, pero estaban indefensos y desarmados por restricciones reales españolas.
El lugar del combate principal se halla sobre el rÃo Uruguay, en las cercanÃas del cerro homónimo, actualmente parte del municipio de PanambÃ, en la provincia de Misiones, Argentina.
Los prolegómenos de la batalla
Desde 1620 en adelante, los avances de las bandeiras se hicieron tan atrevidos que los hijos de Ignacio de Loyola prefirieron abandonar algunas de sus reducciones y trasladar poblaciones enteras antes que seguir exponiéndose a esos ataques. Las autoridades de la Orden resolvieron defenderse. Lograron que el rey de España levantara la Cédula Real que vedaba a los misioneros de proveerse defensas militares y manejar armas de fuego. Trasladaron a varios jesuitas que habÃan sido militares antes de ordenarse sacerdotes y les encomendaron la organización castrense de los guaranÃes. Adquirieron y fabricaron todos los artefactos bélicos disponibles. También consiguieron del Papa un Breve que fulminaba con excomunión a todo cristiano que cazara indios. No obstante, el documento papal no fue acatado en San Pablo, pues una de sus industrias era, precisamente, la caza de guaranÃes para proveer mano de obra gratuita a los ingenios y las fazendas de la región.
A fines de 1640, los jesuitas tuvieron evidencias de una nueva incursión de bandeirantes, más numerosa que las anteriores. Apresuradamente, concentraron a sus bisoños soldados y maniobraron hasta esperar a los paulistas en el punto de Mbororé, en la actual provincia de Misiones, sobre la ribera derecha del Alto Uruguay. Más de 10 000 aborÃgenes armados con toda clase de elementos se aprestaron a defender su tierra; un centenar de canoas y hasta una balsa artillada formaban parte del ejército de la CompañÃa de Jesús. Los portugueses venÃan en 300 canoas y estaban tan acostumbrados a arrear sin lucha a los pacÃficos guaranÃes que no tomaron las mÃnimas previsiones aconsejables. Unas oportunas bajantes del rÃo, que los religiosos consideraron una ayuda providencial, contribuyeron a desordenar a los invasores.
El 11 de marzo de 1641, los soldados de Loyola empezaron a arrollar a los bandeirantes, y la batalla duró varios dÃas. El ingenio jesuita habÃa provisto a sus discÃpulos de armas tan curiosas como una catapulta que arrojaba troncos ardientes.
Al final, los paulistas debieron huir desordenadamente por la tupida selva. Anduvieron diez dÃas arrastrando a sus heridos y enterrando a sus muertos, mientras los guaranÃes los perseguÃan y daban cuenta de los últimos restos de la fuerza incursora. Contados sobrevivientes pudieron regresar a San Pablo.
Fue una batalla decisiva y significó un duro escarmiento. No hubo más expediciones bandeirantes sobre las reducciones jesuÃticas, que se desarrollaron, desde entonces, con todo su esplendor y pacÃficamente hasta su expulsión de todos los dominios españoles, el 2 de abril de 1767, por la Pragmática Sanción de 1767 dictada por Carlos III.
Importancia de la victoria de Mbororé
Si no hubiera sido por esta curiosa batalla anfibia, con varias etapas en el rÃo y otras en la selva, el avance portugués se habrÃa extendido infaliblemente sobre Misiones y Corrientes, probablemente hasta Entre RÃos, y el mismo Paraguay hubiera sido anexado. La remota y casi olvidada batalla de Mbororé salvó esa vasta comarca de la incursión portuguesa.
El historiador brasileño Alfonso de E. Taunay en su Historia das Bandeiras Paulistas menciona que el gobernador del Paraguay, Gregorio de Hinestrosa, el 6 de septiembre de 1641, en una carta a la Audiencia de Charcas, decÃa: «que los paulistas tan pronto no volverÃan a la carga. DurÃsima les fuera la lección. La victoria trajo las más importantes consecuencias para la seguridad del Paraguay, Buenos Aires y Perú».
El rey de España, Felipe IV, por cédula del 7 de abril de 1643, resolvió que «durante diez años no se cobrasen tributos a los indios del Plata y del Paraguay ni fuesen encomendados en testimonio de reconocimiento por lo que ocurriera».
El padre Pablo Hernández, S. J., en su obra Organización Social de las Doctrinas GuaranÃes de la CompañÃa de Jesús, expresa: «Con la batalla de Mbororé terminó para los paulistas el propósito de destrucción de las reducciones. Puede fijarse, pues, en esta época, el establecimiento definitivo de las Doctrinas en los parajes que ocuparon hasta la expulsión de los jesuitas».
El padre Guillermo Furlong S. J., académico y ex presidente de la Academia Nacional de la Historia, en su compendio de historia regional Misiones y sus Pueblos de GuaranÃes, declaró que: «la gran batalla naval de Mbororé fue la primera en los fastos navales argentinos».
Fuente: https://www.centronaval.org.ar/boletin/BCN844/844-GIANOLA-OTAMENDI-MBORORE.pdf