11 de marzo aniversario de la batalla de MBORORÉ

Aunque hubo escarceos preliminares, comienza el 11 de Marzo de 1641 la primera batalla naval en la historia Argentina, la cual durará hasta el 18, con la total rendición de los portugueses. Una improvisada pero aguerrida armada de naturales Misioneros y religiosos jesuitas, destruyen totalmente una “bandeira” esclavista Portuguesa compuesta por 500 blancos y mamelucos (mezcla de europeo e indio), más, 2200 indios Tupíes. El choque fue en las inmediaciones de Panambí. Las fuerzas defensoras estaban dirigidas por los jesuitas Cristóbal Altamirano, Pedro Mola, Juan de Porras, José Domenech, Miguel Gómez, Domingo Suárez, y estaban armadas con arcos, hondas y piedras, macanas y garrotes, alfanjes y rodelas, 300 arcabuces, además de un centenar de balsas, cubiertas con cuero para evitar la flechería y la pedrada de los tupíes.

Antecedentes

El freno a la importación de esclavos africanos, debido al bloqueo naval holandés, obligó a los portugueses a adentrarse en territorio español. Primeramente arrasaron la zona del Guayrá, obligando al éxodo que inició el poblamiento de la región del Tapé desde 1632. En forma consecutiva durante 1636,37 y 38 los “bandeirantes” (mercenarios financiados por los estancieros portugueses de San Pablo) realizaron incursiones. Para 1641 reunieron una bandeira de enormes dimensiones, la cual pretendía capturar al menos 5 a 8 mil esclavos, entre los guaraníes de las reducciones.

La batalla

La bandeira de preparó en la zona de los saltos del Moconá para el asalto definitivo, vertiendo gran cantidad de residuos de canoas y flechería, que revelaría a los defensores la inminente invasión.
Más tarde algunos indios que huían, confirmaron el tamaño y equipamiento del contingente paulista.
Entonces una pequeña partida misionera se estableció nuevamente en el Acaraguá en misión de observación y centinela. El 25 de febrero de 1641 partieron ocho canoas río arriba en misión de reconocimiento. A pocas horas de navegar, se encontraron cara a cara con la bandeira que llegaba bajando con la corriente del río con sus 300 canoas y balsas pertrechadas. Inmediatamente seis canoas bandeirantes comenzaron a perseguir a los misioneros, los cuales se replegaron rápidamente hacia el Acaraguá. Al llegar, los guaraníes recibieron refuerzos y las canoas bandeirantes debieron replegarse.
Mientras tanto un grupo de misioneros partió velozmente a informar a los jesuitas del cuartel de Mbororé de la situación río arriba.
Al amanecer del día siguiente, 250 guaraníes, distribuidos en treinta canoas y dirigidos por el cacique Ignacio Abiarú se enfrentaron a más de cien canoas bandeirantes, logrando que éstos debieran replegarse.
Alejados los paulistas, los guaraníes procedieron a destruir todo aquello que pudiera servir de abastecimiento en Acaraguá y se replegaron hacia Mbororé. Por las características geográficas de este sitio, era el ideal para enfrentar a los portugueses, ya que los obligaba a una batalla frontal.
Efectivamente, al llegar la bandeira a la desembocadura del Acaraguá, el 11 de marzo de 1641 no encontró nada de provecho y se dirigió rumbo a Mbororé. Toda la flota portuguesa avanzó río abajo, sin tener idea la fuerza defensiva que lo esperaba.
Sesenta canoas con 57 arcabuces y mosquetes, comandadas por el capitán Ignacio Abiarú, los esperaban flotando inmóviles en el arroyo Mbororé. En tierra, miles de guaraníes, tras parapetos sólidos, respaldaban a las canoas con arcabuces, arcos y flechas, hondas, alfanjes y garrotes.
El choque armado fue rápidamente favorable a los guaraníes. Un grupo de bandeirantes logró ganar tierra y se replegó a pie hacia el norte, donde levantaron una empalizada defensiva.
Durante los días 12, 13, 14 y 15 de marzo, los misioneros bombardearon continuamente la improvisada fortificación con un cañón, arcabuces y mosquetes, tanto desde posiciones terrestres como fluviales, sin arriesgar un ataque directo. Sabían que los portugueses carecían de alimentos y agua, por lo que se prefirió una guerra de desgaste. Además, varios tupíes comenzaron a desertar y unirse a las tropas misioneras, facilitando información sobre el enemigo.
El 16 de marzo los bandeirantes enviaron a los jesuitas una carta donde solicitaban la rendición. Dicha carta fue rota por los guaraníes. Los portugueses entonces intentaron huir del asedio guaraní remontando en sus balsas y canoas el río Uruguay. Sin embargo, cayeron en otra emboscada, ya que los esperaba un contingente de 2.000 guaraníes armados y deseosos de vengar las atrocidades portuguesas.
Ante esta situación, los bandeirantes decidieron retroceder intentando alcanzar la margen derecha (opuesta) del río y así poder escapar de los guaraníes. Sin embargo fueron perseguidos, asesinando a todos los de retaguardia, hasta perder gran cantidad de hombres.
Del contingente inicial que salió de San Pablo, sólo lograron volver unos cuantos, sin conocerse precisamente el número de bajas totales, las que se presumen en más de mil.

Consecuencias

Las principales consecuencias inmediatas de la batalla de Mbororé fueron:
* Consolidación territorial de las Misiones Jesuíticas en la región del Tapé, la cual llegaría a constituir 30 Pueblos y un gran desarrollo, con más de 100 mil habitantes.
* Freno al ataque bandeirante a las Misiones jesuíticas. Los jesuitas llevaron cabo un plan defensivo que fue la concentración de las misiones en el corredor de los ríos Paraná y Uruguay; la fortificación de las mismas y el entrenamiento militar de los hombres adultos.
* Obtención del permiso real a los jesuitas para formar sus propias milicias de parte del Virrey del Perú García Sarmiento de Sotomayor en 1649, a cambio de esto los guaraníes fueron excluidos de la mita o el pago de impuestos por sus servicios defendiendo la frontera septentrional, esto significo también que los jesuitas pudieron comprar armas de fuego de manera legal. A pesar de su papel defendiendo las fronteras, las milicias tuvieron una mala relación con los habitantes de Asunción, a quienes le cuidaban las espaldas de los portugueses En 1735, cuando Bruno Mauricio de Zabala acabó con la Segunda revolución comunera del Paraguay las milicias jesuitas contaban con más de 7.000 guaraníes en sus filas, lo cual otorgaba una mayor y temible autonomía a las misiones. Tiempo después, esto será un motivo para la expulsión de los jesuitas de América.
* Asegurar la paz y prosperidad de las misiones, las cuales se desarrollarán durante otros cien años hasta la guerra guaranítica en 1754 y/o la expulsión de 1767.
* Freno, temporal, al expansionismo portugués sobre los territorios de la Corona española, el cual recobraría su dinámica en 1801, hasta la pérdida de los territorios del nordeste Misionero en 1890.

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